CON TODO EN EL CALLEJÓN
Caminaba solo por la calle, mi trabajo me tenía cansado y no daba una más, quería renunciar y tal vez lo haría al día siguiente porque el idiota de mi jefe ya me tenía hasta los cojones. Tomé un atajo para llegar antes a mi casa, aunque dicho atajo era un angosto callejón por el que no se veía ni un alma, y es que no me daba miedo a diferencia de lo que muchos pensarían los muertos, si no los vivos. Veía factible que de la nada me saliera un maleante que quisiera robarme el único billete que me acompañaba desde un par de días y que me ganaba apesadumbradamente aguantando al idiota de mi jefe. De la nada, a mediana distancia, vislumbré a un par de mujeres que se posaban como escuderas de la calle de lado a lado. su vestimenta era modesta, por un instante pensé que se trataba de dos pordioseras, pero después rectifiqué y tal vez pensé que serían parte de una banda delictiva. Una de ellas se acercó de inmediato a mi, yo traté de apresurar el paso, pero ella me alcanzó y yo detuve mi mercha para no provocar un ataque masivo si había gente escondida. Ella se posó detrás de mi y paseando sus dedos por entre mi pecho, se acercó a mi oido y me susurró al oído ¿A dónde tan rápido? Tartamudee algo que ni yo mismo entendí mientras ella me lanzaba su aliento fresco como si tuviera una pastilla de menta en su boca. De repente ya estaba la otra mujer de frente a mi y con una sonrisa perversa me miró a los ojos. - Sabes, mi amiga y yo somos unas chicas traviesas, y buscamos a un chico malo que nos castigue por ello ¿Te gustaría ser tu quien lo hiciera?- Ella me soltó de sopetón, como si su propuesta fuera una oferta de trabajo o cualquier cosas común de la vida diaria. Yo no supe que decir, ni siquiera sabía si estaban bromeando y jugando conmigo, tragué saliva y esta pasó muy despacio por mi garganta. Supe que su proposición pudo ser verdad cuando ella me entregaba una especie de látigo con mechas pequeñas. Yo por instinto lo tomé, cosa que le satisfizo a la mujer, pues su sonrisa se ensanchó aun mas. De la nada, la chica que no se apartaba de detrás de mi, me succionó el cuello y en lugar de un alarido de dolor expulsé un gemido.- Aguanta cariño, que todavía no hemos ni comenzado.- La mujer frente a mi se volteó y levantó su pequeña falda dejando delante de mi su frondoso atributo, de inmediato supe que esperaba una reprimenda con el artefacto en mis manos y como un poseso lo hice, le di con tal fuerza que ella aulló y este inundó todo el espacio nocturno. Dale mas duro me ordeno la de detrás de mi aferrándose por primera vez de mi miembro viril. Ahora el miedo ya no estaba presente en mi, ahora dentro de mi corría la sangre de un animal en llamas. Le di con mas fuerza y su lastimera queja fue mas que potente. La mujer de detrás se giró hasta quedar frente a mi y fue bajando poco a poco hasta quedar frente a mi bragueta, la bajó bruscamente y fue d3snud4nd0 eso que a los hombres nos hace hombre, abrió la boca como si hambrienta yo la fuera a alimentar y se introdujo mi aparato flácido. De inmediato sentí como fue creciendo en su garganta hasta que vi como se formaba su silueta. Sacó y metió hasta que y estaba más duro que una palanca de velocidades de un auto. Así estuvo un rato, hasta que de la nada la otra mujer la empujo y sin haberme dado cuenta esta ya no tenía nada de ropa interior. - Mi turno.- Nada mas decir eso, se colgó de mi cuello y me introdujo en su interior. Los dos gemimos al mismo tiempo, pues su estrechez y mi grosor pelearon con fricción. Yo la tome de sus asentaderas y la subí y la bajé con ritmo implacable. maldijimos y al mismo tiempo clamamos a Dios por tan placentero momento, hasta que ella se abrió como una llave en plena fuga. Ahí fue cuando su compañera de aventuras aprovecho su descuido y parándose frente a mi ahora ella se introdujo mi miembro a su hueco del amor. ella era mas amplia pero con gran experiencia cerró sus piernas hasta apresar mi extremidad. se movía ahora ella de adelante a atrás, sus diente mordían mis labios hasta hacerlos sangra. Esta mujer se notaba mas experta en las artes amatorias. Dios que placer, que gozo, era tal su sabiduría en el tema que sentí que me venía, quise salirme de ella para echarle mi leche en la cara, pero ella me abrazó mi cintura para evitarlo, me vine dentro de ella y ella se vino en mi, gritamos, gem1m0s y nuestros poros se fusionaron. Su amiga envidiosa nos miraba pues la habían dejado fuera de un segundo round. De haber sabido, ese callejón hace mucho, se hubiera vuelto mi favorito.